15 de octubre de 2012

Orientación educativa y vertebración escolar

(Publicado en Escuela el 19 de enero de 2012)

Permanecer en el mismo colegio desde tres años hasta casi la mayoría de edad o cambiar necesariamente de centro a los doce años. Esa es una de las diferencias más significativas entre la escolarización privada y la pública en España. Aunque está tan naturalizada que resulta casi invisible, es una de las razones por las que algunos prefieren la educación privada para sus hijos.

Los modelos predominantes en otros países parecen desaconsejar una escolarización prolongada en un mismo centro, por lo que quizá el modelo público sea mejor que el privado desde un punto de vista educativo. Sin embargo, lo que algunos esperan de la institución escolar no es solo formación sino también cierta socialización homogénea. En este sentido, una escolarización larga en una misma institución con fuerte identidad hace más fácil juntarse pronto con unos y evita tener que convivir con otros. Y para muchas familias lo más importante son precisamente esos efectos secundarios derivados de la organización escolar.

Aunque podrían analizarse más profundamente las consecuencias de la dicotomía entre la escolarización biinstitucional/pública y la monoinstitucional/privada, parece evidente que siguen faltando en la educación pública medidas que favorezcan la continuidad en el seguimiento de los alumnos en el tránsito de los colegios a los institutos.


Esa continuidad, que resulta especialmente importante para los niños y adolescentes que tienen más dificultades, se ve entorpecida, entre otras cosas, porque el trabajo de los profesionales encargados de su seguimiento y atención, los especialistas de orientación educativa, está también escindido por una organización fracturada por etapas. Y es que, con algunas diferencias entre comunidades autónomas, sigue prevaleciendo un modelo de organización de la orientación educativa que ubica en cada instituto a un profesional de esta especialidad (tanto si el centro tiene menos de doscientos alumnos como si tiene casi mil) y agrupa a un buen número de orientadores en equipos de zona desde los que se atiende a muchos colegios.


Además de por su desequilibrio e ineficiencia, este modelo escindido por etapas es cuestionable porque no resulta útil para lo más importante: garantizar un seguimiento cercano, continuado y personalizado del alumnado con dificultades a lo largo de toda su escolaridad.

La organización del sistema de orientación educativa parece, por tanto, mejorable. Si se rompiera con la separación organizativa entre primaria y secundaria, heredada desde los años noventa, y se aprovechara la oportuna previsión normativa del real decreto de especialidades para estos profesionales, se ganaría mucho en eficiencia, pero sobre todo en la eficacia y continuidad con que los orientadores podrían desempeñar su trabajo.

Los especialistas de orientación educativa son profesores de enseñanza secundaria. Sus destinos han de estar, por tanto, en los institutos de enseñanza secundaria. De hecho,  varias comunidades autónomas han perdido contenciosos por pretender asignarles destinos en colegios de primaria. Pero según el artículo 3 del real decreto 1834/2008, de 8 de noviembre, sus funciones de orientación pueden extenderse también a las etapas de educación infantil y educación primaria (esa especialidad y la de lenguas extranjeras son las únicas para las que se plantea esta posibilidad).

Dos, tres o cuatro orientadores podrían estar destinados en un mismo instituto y tener a su cargo la atención del alumnado de esa zona escolar. Es decir, del alumnado de ese instituto y del alumnado de los colegios de primaria adscritos a él. El número de días semanales que cada uno de esos orientadores estaría en cada uno de esos pocos centros (mucho más próximos entre si que los centros que corresponden a los actuales equipos de zona) se podrían repartir en función de su tamaño y necesidades. El trabajo de los orientadores sería así mucho más coordinado y eficaz. Sobre todo porque un mismo departamento, compuesto por pocos profesionales, tendría a su cargo la atención y el seguimiento de los alumnos de la zona escolar definida por el itinerario escolar natural del alumnado. De hecho, cuando un niño entra con tres años en un determinado colegio ya se sabe a qué instituto llegará previsiblemente nueve años después.

La descentralización, la personalización en la atención médica y el acercamiento al usuario de los sistemas de atención primaria se consideran éxitos incuestionables de nuestro sistema sanitario. Un nuevo modelo de organización de la orientación educativa, menos tecnificado y burocratizado, que apostara por la autonomía y responsabilización de estos profesionales en la atención continuada del alumnado a lo largo de su escolarización sería, por lo demás, un primer paso sólido y sensible hacia una mejor vertebración entre los centros públicos y entre las etapas educativas.

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