3 de octubre de 2012

Objetores escolares

Mucho mejor que fracasados, excluidos o perdedores. Objetores. La expresión les da pedigrí de respetabilidad. Tiene su punto irónico, pero nos suena tranquilizadora. Ellos son distintos, no les va la escuela. Son como de otra especie. Los objetores escolares merecen un respeto y un cierto trato: el del puente de plata al enemigo que huye.

Ellos no son los díscolos que queremos reinsertar por las buenas o por las malas. Los insumisos que ponen en cuestión nuestro sistema (escolar) establecido. Los objetores escolares son el contrapunto que refuerza a las personas de orden. Su deserción escolar nos beneficia. Ya lo decía un presidente de la Royal Society hace dos siglos: “El proyecto de dar educación a las clases populares es sumamente equívoco…” Mejor no hacerlo. Que se queden sólo los que quieren y pueden. O sea los nuestros. Que se vayan los otros. Los hijos de los otros. Los objetores escolares a los que ese día, el día de su salida de la escuela, les llamamos cariñosamente “chavales” y decimos que no se adaptan a nuestro sistema educativo y que prefieren optar por otras vías tan válidas como cualquier otra. Como si la suya fuera una opción. Como si realmente creyéramos que sin educación van a tener alguna oportunidad para cambiar su destino. Como si su destino fuera libremente elegido. Eufemismos y paradojas para no llamar a las cosas por su nombre. Para no hablar de segregación, desigualdad y reproducción social. Al llamarles objetores escolares no ponemos ningún reparo a que sean carne de cañón. Ellos ponen la carne y nosotros el cañón. Y al lanzarlos fuera de la escuela los despedimos con respeto. Son nuestros objetores escolares.
 (15/02/2010)

No hay comentarios:

Publicar un comentario